viernes, 7 de mayo de 2010

Olga, Pablo y Picasso





Olga Koklova era una bailarina rusa que conoció a Picasso en Roma en 1917, cuando este colaboraba con Jean Cocteau en la decoración y el vestuario del ballet Parade, dirigido por Diaghilev con quien trabajaba Olga.
El dibujo de Olga muestra como un aura mágica quizá generada por el amor que sentía Picasso hacia ella en ese tiempo. La pose frontal quizá resulte demasiado clásica, pero queda equilibrado todo el dibujo con ese fondo neutro y una minuciosa descripción de su mirada que le confiere un aire misterioso e intemporal.


Tras contraer matrimonio con Olga, el nacimiento de su hijo Paul en 1921 supondrá para Picasso en su etapa artística entre el cubismo y el clasicismo una nota fresca de romanticismo, donde el tema de la infancia y las maternidades van a predominar en su creación.
Paul vestido de arlequín es un retrato lleno de ternura.




Es una deliciosa composición con un niño de tres años que interesa tener entretenido mirando algo nuevo o sintiéndose protagonista de la escena con un disfraz que acapara todo el color del cuadro.
Vuelve a centrarse todo en la mirada del niño tratada con tal minuciosidad que sobra todo lo demás.
Todos los que en algún momento hemos intentado conseguir que un hijo de tres años se comportara de forma serena y a la vez contenida en algún momento, apreciamos el magnetismo que provocaba Picasso en todos sus modelos y que plasmaba tan facilmente en la pintura o el dibujo.
Lo más probable, al menos yo creo que fue así, es que Picasso estuviera hablando a Paul todo el tiempo y le tuviera realmente ensimismado con las historias y cuentos que le fueran viniendo a la mente.
El rostro muestra admiración , serenidad, parece que está esperando que su padre le indique lo que tiene que hacer, eso es algo que el espectador siente delante de un cuadro pintado por un genio...